“¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”
TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El Señor lo colmó del espíritu de sabiduría y de inteligencia, y lo revistió de su gloria, para que anunciara su palabra en medio de la Iglesia.
Eclo 15, 5

Audios originales tomados de: panversia.com
Primera Lectura
Lectura de la Carta a los Hebreos
Hb 11, 1-2.8-19
Hermanos: La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven.
Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación.
Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba.
Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa.
Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía.
Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar.
Todos ellos murieron en la fe, sin alcanzar el cumplimiento de las promesas: las vieron y las saludaron de lejos, reconociendo que eran extranjeros y peregrinos en la tierra.
Los que hablan así demuestran claramente que buscan una patria; y si hubieran pensado en aquella de la que habían salido, habrían tenido oportunidad de regresar.
Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse «su Dios» y, de hecho, les ha preparado una Ciudad.
Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas, a aquel de quien se había anunciado:
De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre.
Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor

Salmo Responsorial
Lc 1,69-70.71-72.73-75
R/. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo
Suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas. R/.Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza. R/.Y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán,
para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano
arrancados de la manode los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días. R/.

Evangelio
Lectura del santo Evangelio según San Marcos
Mc 4, 35-41
“Quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.”
Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos a la otra orilla». Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.
Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.
Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?». Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!». El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?».
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?».
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN
“Se corre el riesgo de refugiarse en el desánimo y desesperanza, olvidándonos que Jesús está a bordo durmiendo, basta que lo despertemos y la calma llegará.””
Recordamos a santo Tomás de Aquino, quien naciera en Rocasseca en 1225. Proviene de una familia numerosa y noble, recibiendo una muy buena educación de juventud. En Nápoles, conoció la Orden de Predicadores, donde a los 18 años ingresó convirtiéndose luego de estudiante a profesor de filosofía y teología, teniendo como maestro a san Alberto Magno. Rápidamente el Doctor Angélico se destacó en la vida contemplativa (piedad) e intelectual, que lo llevó a enseñar en Orvietto, Roma y Nápoles, usando la filosofía aristotélica como herramienta para razonar los misterios de Dios, inusual y extraño para la época, generándole varios enemigos Escribió varios tratados, como la Suma Teológica, inspirando la teología usada hasta hoy día como la base de la formación del clero y teólogos. Pocos años por este mundo y ya dejó un legado maravilloso en sus escritos, prédicas y su vida inmersa en la mística de lo natural y sobrenatural. Falleció en la Abadía de Sossanuova en 1274
(cf. La Liturgia Cotidiana, 28/01/2023, pág. 83).
Cuando aparece la tempestad saca a luz las falsas y superfluas seguridades con las que hemos llegado a edificar nuestros proyectos, programas, rutinas y prioridades. Tal vez hemos dejado dormido y abandonado lo que verdaderamente alimenta, sostiene y fortalece nuestra vida y a toda nuestra comunidad. Si Jesús está con nosotros, no hay nada ni a nadie que temer. Él trae la calma, la paz. Los elementos de la naturaleza y las fuerzas del mal le obedecen. Siendo Él el Mesías, siendo Dios, no existe poder alguno que se le pueda oponer, por eso también nos dice a cada uno: ¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe? Se nos invita a creer de verdad.
Lo impresionante de este texto es el trasfondo de la imagen divina tal cual aparece en el Antiguo Testamento. Allí está Dios dominando las fuerzas contrarias del mar, que refiere a las fuerzas del mal (cf. Sal 74,13; 89,10-14; 104,5-9; Job 38,8-11; Jer 5,22; 31,35). Ahí está la respuesta a la pregunta de sus discípulos “¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?”, porque Jesús no es como los profetas antiguos que hacían larguísimas oraciones a Dios para que se pueda calmar el mar. Él mismo lo calma, en donde encontramos el punto esencial en el relato, pues Jesús es el Hijo de Dios, es Dios.
En el relato Jesús pide a sus discípulos que crucen a la orilla oriental del lago de Galilea. Rápidamente se lo llevan, sin decir nada a la gente de las otras barcas que estaban con Él, sin conocer dónde quiere ir ni han dejado que se despida de tanta gente como lo solía hacer (cf. Mc 6,45). Es como un pretender apropiarse de Él. A Jesús no le gusta que se quieran apropiar de Él. Lo llamativo es que Jesús estaba durmiendo en medio de una tempestad muy violenta. Si fueran los discípulos los protagonistas, deberían haber calmado la tempestad, pero más bien estaban con pavor ante las aguas turbulentas habitadas por monstruos y espíritus malignos, una expresión del caos original (cf. Gén 1,1). Sin embargo, Jesús los enfrenta y todas esas fuerzas del mal lo obedecen (cf. Mc 4,39). Los discípulos quedan desconcertados ante la autoridad y poder de Jesús, dándose cuenta de la presencia de la divinidad, pues sólo Dios es quien domina vientos y mares y puede vencer tempestades (cf. Is 27,1; Sal 89,10-11). Cuántas veces nos inunda la angustia, la agitación, turbación de situaciones que no las podemos controlar que se nos presentan y pensamos que se hunde nuestra barca (nuestra vida, la situación de nuestra familia, del trabajo). Se corre el riesgo de refugiarse en el desánimo y desesperanza, olvidándonos que Jesús está a bordo durmiendo, basta que lo despertemos y la calma llegará.


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