“Veo hombres, como si fueran árboles que caminan”
SEXTA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Señor, sé para mí una roca protectora, un baluarte donde me encuentre a salvo, porque tú eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre, guíame y condúceme.
Sal 30, 3-4

Audios originales tomados de: panversia.com
Primera Lectura
Lectura del libro del Génesis
Gn 8, 6-13.20-22
Cuarenta días después de que las aguas del diluvio bajaran y se vieran las cimas de las montañas, Noé abrió la ventana que había hecho en el arca, y soltó un cuervo, el cual revoloteó, yendo y viniendo hasta que la tierra estuvo seca. Después soltó una paloma, para ver si las aguas ya habían bajado.
Pero la paloma no pudo encontrar un lugar donde apoyarse, y regresó al arca porque el agua aún cubría toda la tierra. Noé extendió su mano, la tomó y la introdujo con él en el arca.
Luego esperó siete días más, y volvió a soltar la paloma fuera del arca.
Esta regresó al atardecer, trayendo en su pico una rama verde de olivo. Así supo Noé que las aguas habían terminado de bajar.
Esperó otros siete días y la soltó nuevamente. Pero esta vez la paloma no volvió.
La tierra comenzó a secarse en el año seiscientos uno de la vida de Noé, el primer día del mes. Noé retiró el techo del arca, y vio que la tierra se estaba secando.
Luego Noé levantó un altar al Señor, y tomando animales puros y pájaros puros de todas clases, ofreció holocaustos sobre el altar.
Cuando el Señor aspiró el aroma agradable, se dijo a sí mismo: «Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque los designios del corazón humano son malos desde su juventud; ni tampoco volveré a castigar a todos los seres vivientes, como acabo de hacerlo.
De ahora en adelante, mientras dure la tierra, no cesarán la siembra y la cosecha, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche».
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor

Salmo Responsorial
Sal 115,12-13.14-15.18-19
R/. Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. R/.Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R/.Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén. R/.
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según San Marcos
Mc 8, 22-26
“Así quedó sano y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: “¡Ni siquiera entres en el pueblo.”
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida, y le trajeron a un ciego y le rogaban que lo tocara.
El tomó al ciego de la mano y lo condujo a las afueras del pueblo. Después de ponerla saliva en los ojos e imponerle las manos, Jesús le preguntó: «¿Ves algo?».
El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: «Veo hombres, como si fueran árboles que caminan».
Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad.
Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo».
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN
“El milagro más grande que puede acontecer en la vida de uno es la conversión de su vida en discípulo misionero de Jesucristo.”de Dios.”
Así como el caso del “sordomudo” (cf. Mc 7,31-37), Jesús utiliza gestos como se hacían en la magia. Pero Jesús no hace magia, sino que está usando el lenguaje gestual, para que su destinatario, el ciego, pudiese entender lo que está haciendo. La intención es que el ciego pudiese ser bien consciente de lo que estaba sucediendo y por suceder. Jesús está curando al ciego con un rito de imposición de sus manos y le pone su saliva en los ojos. La imposición de manos significaba autoridad, colación de poder, considerada ciertamente como un rito religioso. Al realizarla el Señor, señala que su proceder curativo no provenía de ningún curanderismo, sino de la virtud recibida del Padre, pues “salía de Él y curaba” (Lc 4,40).
Esta curación no se realiza de repente al instante ya totalmente, sino que se hace en un proceso, en donde notamos dos momentos: en un primer momento, el ciego logra ver un poco confusamente, esto es, confunde a los hombres con los árboles, así como los niños cuando hacen los primeros dibujos; recién en un segundo momento dicha curación llega a ser completa. Si bien el milagro es una acción extraordinaria de Dios, sin embargo, en este caso, se acomoda al curso normal de la recuperación natural, haciendo notar que se trata de un camino, de un proceso. En ese primer momento, no se logra una vista total y perfecta, sino el inicio: tal vez se alcanza a ver al ser humano, su dignidad y lo que conlleva, la naturaleza, etc.
Ver en el ser humano su dignidad, con las implicancias de su igualdad y de sus derechos, es algo básico que un cristiano no podría perder de vista, aunque deberíamos ir más allá, procurando ver en el hombre a un hijo de Dios, tal vez alejado del Padre, enemistado con el Padre, sumido en su actitud de rebeldía, pero siempre es un hijo de Dios. No es suficiente vivir un espíritu de bondad natural, de justicia natural y social, sino también, y fundamentalmente, se debería llegar a vivir el espíritu de fe, saltando hacia la justicia evangélica, mucho más profunda que la sola justicia social. Es lograr tener una mirada teológica, mirada de fe hacia los hermanos, en quienes Dios se hace presente: es ver a Dios en los hombres. ¿Por qué será que Jesús está obrando de esta manera gradual? Porque nos quiere enseñar que no se debe hacer del milagro un motivo de actitudes triunfalistas.
A Jesús se lo puede identificar como un taumaturgo en el doble sentido de la palabra: o en virtud de unas extraordinarias facultades psico-físicas o en virtud de un poder sólo sobrenatural. Aunque el creyente no necesita demostrar el carácter sobrenatural del prodigio (milagro), porque éste puede ser el resultado de su fe, que Jesús pide para regalar esa Gracia. Porque también puede pasar que por falta de fe Jesús se niegue a obrar en las personas, ya que Él pide que se abran las puertas de los corazones para que pudiese entrar en la vida de cada uno.
Por otro lado, los milagros jamás se los puede encuadrar dentro de una cristología o eclesiología triunfalista, sino que son testimonios de la venida del Mesías, que deberían ser contados discretamente por quienes han recibido dicha Gracia. Mejor incluso: si se cuenta con alegría, que sea no para que la gente que está escuchando se quede fascinada con nosotros, sino que su mirada se dirija hacia Cristo, quien es el Señor de los milagros. Tantas veces he encontrado a personas que en un inicio vienen detrás de recibir un milagro y con el tiempo, desde una experiencia de encuentro profundo con el Maestro, terminan viniendo detrás del Señor de los milagros. El milagro más grande que puede acontecer en la vida de uno es la conversión de su vida en discípulo misionero de Jesucristo.
Un creyente católico no tiene por qué medir sus fuerzas con un no creyente poniendo en medio un milagro. La intención no es que empiece a competir con otros que no creen o son escépticos ante ciertos fenómenos que consideramos una acción extraordinaria, sobrenatural, de parte de Dios para con nosotros, sino a compartir el amor misericordioso de Dios, recibido a pesar de nuestra indignidad. Entonces, con gestos y palabras estamos anunciando las maravillas del amor de Dios, ofrecido y disponible para todos, aunque siempre seamos o seremos indignos de recibirlo.
Atención: no queramos interpretar que la curación gradual del ciego sea el resultado de que al Señor no le resultó bien en el primer intento que hizo, como si su poder no fuera suficiente. Lo que nos muestra es su proceder con un sentido educativo, pues también tiene un fin pedagógico. Cualquier discípulo va pasado de la ceguera a la iluminación paulatinamente, es decir, gradualmente se le va viendo a la Persona y comprendiendo la misión mesiánica de Jesús. Todos necesitamos ser curados de nuestra ceguera para lograr verle a Dios en los hombres, en la creación, en los acontecimientos, descubriendo los signos de los tiempos. Es más, esta curación del ciego es un signo de los tiempos mesiánicos (cf. Is 35,5). Es importante dejarnos imponer las manos y tocar por el Señor para que nos vaya sanando de cualquier ceguera que tengamos y logremos mirar con fe más allá de todo lo que se nos manifieste a simple vista..


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