“Levántense, no tengan miedo.”
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

Mi corazón sabe que dijiste: “Busquen mi rostro. Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí”.
Sal 26, 8. 9

Audios originales tomados de: panversia.com
Primera Lectura
Lectura del Libro del Génesis
Gn 12, 1-4a
El Señor dijo a Abram: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré.
Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición.
Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra».
Abram partió, como el Señor se lo había ordenado.
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor

Salmo Responsorial
Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti
La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
Él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R/.Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.Nosotros aguardamos al Señor:
Él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R/.
Segunda Lectura
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo
2 Tim 1, 8b-10
Querido hermano:
Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por el Evangelio, animado con la fortaleza de Dios.
Él nos salvó y nos eligió con su santo llamado, no por nuestras obras, sino por su propia iniciativa y por la gracia: esa gracia que nos concedió en Cristo Jesús, desde toda la eternidad, y que ahora se ha revelado en la Manifestación de nuestro Salvador Jesucristo. Porque Él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia.
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor

Evangelio
Lectura del santo Evangelio según San Mateo
Mt 17, 1-9
“Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo.”
En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo».
Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
Jesús se acercó a ellos, y tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo».
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos»
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN
“Somos invitados a subir un poco para ponernos por encima de todo el trajinar cotidiano y encontrarnos con el Señor, transfigurados en la oración.”
El relato de la transfiguración en los sinópticos está luego del primer anuncio de la Pasión y la exigencia de renuncia total para seguir a Jesús. Relacionando la transfiguración con el primer anuncio de la Pasión, notamos que necesitaban por lo menos algunos de sus discípulos (Pedro, Santiago y Juan, columnas en Gál 2,9) tuvieran una experiencia que disipara el temor y la angustia generados por el anuncio, y se les concede una visión anticipada de la gloria prometida después de padecer. En Mateo estos tres discípulos son los más cercanos a Jesús y aparecen junto a Él en dos momentos claves: la transfiguración y el huerto de los Olivos (cf. Mt 26,37), asociados tanto a la agonía como a la gloria de Jesús, que resulta ser paradigmático para todo discípulo de Jesús.
La primera lectura resalta la iniciativa de Dios, quien interviene llamando gratuitamente a Abrám para formar de su descendencia el pueblo de la Alianza. Invitación a abandonar la vida anterior y ponerse en marcha con la confianza en Dios quien lo llamó. Se deja el pasado y se pone en camino hacia el país de la promesa que se ve en la transfiguración. Llamado a la conversión: dejar el pecado y volverse a Dios por la fe. En nuestro bautismo, Dios toma la iniciativa con su amor para llamarnos. El Evangelio se vincula con las tentaciones del domingo anterior, pues revela el alcance de la victoria de Cristo: toca a la misma naturaleza en su dimensión corporal. En Cristo la humanidad está llamada a ser transfigurada por la Gracia pascual.
Como somos miembros del mismo Cuerpo de Cristo, la transfiguración afecta a todos los cristianos: «No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto» (Rom 12,2). «Nosotros, en cambio, con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen con un esplendor cada vez más glorioso, por la acción del Señor, que es Espíritu» (2Cor 3,18).
Jesús invita a tres de sus discípulos a subir al monte elevado y se transfigura delante de ellos y les permite tener una experiencia de gran gozo y consolación. Somos invitados a subir un poco para ponernos por encima de todo el trajinar cotidiano y encontrarnos con el Señor, transfigurados en la oración, que nos permite como una ventana abierta gozar de la luz del sol. En nuestra oración reviviremos la experiencia de la transfiguración de Jesús, como vivieron los tres discípulos, encontrándonos con Cristo glorioso, resplandeciente, que llenará de luz nuestra inteligencia y de calor nuestro corazón, que como Pedro querremos estar sólo ahí. Las preocupaciones de la vida cotidiana oscurecen la luz de Dios. Puede que nos lleve a decir que no tenemos tiempo para orar, para servir en nuestra comunidad, de ayudar a los demás. Nuestra oración parte de la escucha de la Palabra de Dios, de Jesús, pues el Padre invita a escucharlo, es su Hijo amado. Así, la Palabra definitiva de Dios ya no nos llega por la Ley y los Profetas (Moisés y Elías), sino por Jesucristo, el Hijo. ¿Queremos vivir en Alianza?
Vivamos escuchando (obedeciendo) su Palabra, rechazando otras voces o solicitaciones que nos invaden. “La luz que Jesús muestra a los discípulos es un adelanto de la gloria pascual y hacia ella debemos ir, siguiéndolo “a Él solo”. La Cuaresma está orientada a la Pascua. El “retiro” no es un fin en sí mismo, sino que nos prepara para vivir la pasión y la cruz con fe, esperanza y amor, para llegar a la resurrección” (Papa Francisco, mensaje de Cuaresma 2023).
Al bajar del monte, al volver a lo cotidiano a enfrentar los problemas que nos invaden, seremos los mismos, pero ya no lo mismo, sino ya transformados por su Amor. «Desciende Pedro, deseabas descansar en el monte: desciende, predica la palabra de Dios, reprocha, exhorta, anima haciendo uso de toda tu paciencia y capacidad de enseñanza. Trabaja, cánsate mucho, acepta también el sufrimiento y suplicios. En el canto de la caridad se dice que ésta «no busca su propio interés». Cristo te reserva esta felicidad para después de la muerte, ¡oh Pedro! Ahora, sin embargo, Él mismo te dice: desciende a cansarte en la tierra, a servir en la tierra, a ser despreciado, a ser crucificado en la tierra» (San Agustín).
Estos textos nos ayudan a entender que la Pasión es un paso o camino hacia la Gloria. La vida cristiana implica seguir a Cristo por el mismo camino por donde Él transitó, esto es, el camino de la renuncia y de la cruz. Las tentaciones son los intentos de apartarnos de ese camino. Nos muestran las lecturas a dónde nos conduce el camino, a ser transfigurados con Cristo, a participar de su Gloria. Encendamos las llamas de nuestra esperanza en la Promesa del Señor.
En Síntesis: “La liturgia de hoy nos pide caminar por un sendero estrecho y áspero. Es el camino de la fe obediente que exigió a Abrahán unas rupturas concretas y dirigirse a metas desconocidas. Es el camino de la difícil perseverancia que exige a Timoteo vencer el desaliento y una generosidad renovada del don de sí. Es el camino del sufrimiento y de la muerte que Jesús recorre plenamente consciente, preparando a sus discípulos para que también lo afronten con fortaleza. Sin embargo, es el único camino que conduce a la verdadera vida, a la gloria auténtica, a la luz sin ocaso. Ya desde ahora se nos concede pregustar un poco aquel esplendor para proseguir con nuevo impulso caminando” (G. Zevini – P. G. Cabra).


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