Lecturas del día y Reflexión al Evangelio de Hoy    DOMINGO 12   DE MARZO DE 2023 «Lectio Divina»

“Dame de beber”

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TERCER DOMINGO DE CUARESMA

Mis ojos están siempre fijos en el Señor, porque él sacará mis pies de la trampa. Mírame y ten piedad de mí, Señor, porque estoy solo y afligido.  

Sal 24, 15-16
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Audios originales tomados de: panversia.com

Primera Lectura

LECTURA DEL LIBRO DEL ÉXODO

Éxodo 17, 3-7

En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, fue a protestar contra Moisés, diciéndole: “¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?” Moisés clamó al Señor y le dijo: “¿Qué puedo hacer con este pueblo? Sólo falta que me apedreen”.

Respondió el Señor a Moisés: “Preséntate al pueblo, llevando contigo a algunos de los ancianos de Israel, toma en tu mano el cayado con que golpeaste el Nilo y vete. Yo estaré ante ti, sobre la peña, en Horeb. Golpea la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo”.

Así lo hizo Moisés a la vista de los ancianos de Israel y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meribá, por la rebelión de los hijos de Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: “¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?”

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Salmo Responsorial

Sal 94, 1-2. 6-7c. 7d-9

R/. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón»

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque Él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que Él guía. R/.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras». R/.

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Segunda Lectura

LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS

Rm 5, 1-2.5-8

Hermanos: Una vez que hemos recibido la justificación mediante la fe, estamos en paz con Dios. Y todo gracias a nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido, también mediante la fe, el acceso a esta gracia en la que nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de participar de la gloria de Dios.

Y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos. Y pensemos que difícilmente habrá alguien que muera por un justo —tal vez por un hombre de bien se atrevería uno a morir—. Así que la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Evangelio

Lectura del santo Evangelio según SAN JUAN

Jn 4, 5-42

“Soy yo, el que habla contigo.
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En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del mediodía.

Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber”. (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestó: “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” (Porque los judíos no tratan a los samaritanos). Jesús le dijo: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a Él, y Él te daría agua viva”.

La mujer le respondió: “Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus ganados?” Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida eterna”.

La mujer le dijo: “Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquí a sacarla”. Él le dijo: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”. La mujer le contestó: “No tengo marido”. Jesús le dijo: “Tienes razón en decir: ‘No tengo marido’. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”.

La mujer le dijo: “Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén”. Jesús le dijo: “Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad”.

La mujer le dijo: “Ya sé que va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, Él nos dará razón de todo”. Jesús le dijo: “Soy yo, el que habla contigo”.

En esto llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: ‘¿Qué le preguntas o de qué hablas con ella?’ Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a decir a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Mesías?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde Él estaba.

Mientras tanto, sus discípulos le insistían: “Maestro, come”. Él les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen”. Los discípulos comentaban entre sí: “¿Le habrá traído alguien de comer?” Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la siega? Pues bien, yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya están dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el sembrador y el segador. Aquí se cumple el dicho: ‘Uno es el que siembra y otro el que cosecha’. Yo los envié a cosechar lo que no habían trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto”.

Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde él estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos más creyeron en él al oír su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es, de veras, el salvador del mundo”

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

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MEDITACIÓN

Quien encuentra a Jesús vivo siente la necesidad de decírselo a los demás, para que todos lleguen a confesar que Jesús «es verdaderamente el salvador del mundo.”

El domingo pasado, con la vocación de Abraham, se nos invitaba a salir, a dejar atrás lo pasado, lo pecaminoso de nuestra vida. Nos hemos puesto en camino, hemos entrado en el desierto al igual que Israel al salir de Egipto. Recordemos que para los autores bíblicos el período del desierto es un lugar simbólico, es una metáfora de la vida, un cuadro de la existencia y de los problemas del pueblo de Israel, y también de los nuestros. En el contexto del desierto cuaresmal la primera lectura nos advierte sobre la tentación del desaliento que busca hacernos detener nuestra marcha y volver atrás. La falta de agua es una carencia real y una real amenaza de muerte. Ante esto es normal que la naturaleza se rebele, cuestione y dude. Entonces Dios manifiesta su presencia y nos reprocha la falta de fe, de confianza en su Amor Providente. San Gregorio Nacianceno dijo: «Dios tiene sed de que tengamos sed de Él»». En el prefacio de este domingo: «Él mismo, cuando pedía a la Samaritana que le diera de beber, ya había infundido en ella el don de la fe; y si quiso tener sed de la fe de esa mujer fue para encender en ella el fuego de su amor divino».

El evangelio nos descubre en la persona de Jesús al agua viva de la cual todos tenemos sed. Jesús, y sólo Jesús, puede revelarnos al Padre, comunicarnos el conocimiento del verdadero Dios; puede darnos el Espíritu Santo que nos lleva a la comunión con Dios. Y habiendo encontrado la fuente y habiendo apagado nuestra sed, nos volvemos apóstoles del “agua viva”. Papa Francisco en su homilía del 15 de marzo de 2020: “Este don es también la fuente del testimonio. Como la samaritana, quien encuentra a Jesús vivo siente la necesidad de decírselo a los demás, para que todos lleguen a confesar que Jesús «es verdaderamente el salvador del mundo» (Juan 4, 42), como dijeron más tarde los paisanos de esa mujer. También nosotros, engendrados a una nueva vida a través del Bautismo, estamos llamados a dar testimonio de la vida y la esperanza que hay en nosotros. Si nuestra búsqueda y nuestra sed encuentran en Cristo la satisfacción plena, manifestaremos que la salvación no está en las “cosas” de este mundo, que al final llevan a la sequía, sino en Aquél que nos ha amado y nos ama siempre: Jesús nuestro Salvador, en el agua viva que Él nos ofrece”.Tenemos sed de agua, sí; pero también tenemos sed de Dios, de su Presencia. En particular en los momentos difíciles, de pérdida o de renuncia a valores humanos, buscamos desesperadamente su Presencia y no siempre la sentimos. Es la crisis de la Esperanza, del que camina sin ver aún la meta, del ya pero todavía no. Si bien no es fácil reconocer nuestra sed, es posible y hasta necesario porque nada de lo humano puede garantizarnos la vida indefinida ni darnos la esperanza de lo eterno. J. Tolentino Mendonça expresa: “Tal vez no hayamos conseguido aún agradecer a Dios nuestra sed, o bien el camino y las fuentes que a través de ella ha hecho Dios llegar a nuestras vidas. Pongamos en Dios nuestra sed”. En síntesis, la primera invitación de este domingo es, entonces, a despertar el deseo profundo, la sed de Dios; ya volver a la fuente, a Jesús, para saciarnos con su agua vida.

La segunda lectura nos propone la motivación fundamental para seguir esperando y confiando en el amor de Dios: cuando éramos pecadores Cristo murió por nosotros. Hemos sido justificados gratuitamente y, por ello, estamos en paz con Dios. Ante esta actitud favorable de Dios Padre para con nosotros en el pasado, sólo nos queda confiar en la Gracia del tiempo presente y esperar la Gloria del tiempo futuro. Desde la época patrística hasta nuestros días el evangelio de la de misa de hoy ha sido leído en clave sacramental, como una catequesis de la iniciación cristiana. La fe, nacida de la palabra y del testimonio, culmina en el bautismo, regeneración por el agua y el Espíritu. Pero no olvidemos la iniciativa del Señor, quien tiene sed de nosotros. J. Tolentino Mendonça manifiesta: “Es el Señor quien toma la iniciativa de venir a nuestro encuentro: es él quien llega antes al pozo. Cuando nosotros llegamos, él ya estaba allí esperándonos. Cuando la mujer samaritana entra en escena, Jesús ya está sentado. Por eso es muy cierto que, por muy grande que sea nuestro deseo, mayor aún es el deseo de Dios”. Y también por eso le oímos decir: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “dame de beber”, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva» (Jn 4,10). El encuentro con Jesús no es ningún ajuste de cuentas, ni el viene a revelarnos a un Dios justiciero”. En conclusión: la Misa de este domingo, tanto en sus lecturas y como en sus oraciones, está centrada sobre los catecúmenos que hoy deben realizar su primer escrutinio. Se considera al catecúmeno como un sediento de Dios que está en camino, en búsqueda. Ellos han sentido ya el deseo de gozar de Su compañía, de su Presencia más plena en sus vidas. A ellos se les presenta hoy el don del amor de Jesús que apaga la sed de Dios. Lo mismo vale para el discípulo ya bautizado. La liturgia le pide que reavive su sed de Dios y que la sacie del manantial que brota del corazón traspasado de Cristo.  “Que María Santísima nos ayude a cultivar el deseo de Cristo, la fuente de agua viva, la única que puede saciar la sed de vida y de amor que llevamos en nuestros corazones” (Francisco).

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