“En ese lugar muchos creyeron en él.”
Quinta semana del tiempo de Cuaresma.

Ten piedad de mí, Señor, porque estoy angustiado; líbrame del poder de mis enemigos y de aquellos que me persiguen. Señor, que no me avergüence de haberte invocado.
Sal 30, 10. 16. 18
Audios originales tomados de: panversia.com
Primera Lectura
Lectura del libro de Jeremías
(20,10-13)
OÍA la acusación de la gente:
«“Pavor-en-torno”,
delatadlo, vamos a delatarlo».
Mis amigos acechaban mi traspié:
«A ver si, engañado, lo sometemos
y podemos vengarnos de él».
Pero el Señor es mi fuerte defensor:
me persiguen, pero tropiezan impotentes.
Acabarán avergonzados de su fracaso,
con sonrojo eterno que no se olvidará.
Señor del universo, que examinas al honrado
y sondeas las entrañas y el corazón,
¡que yo vea tu venganza sobre ellos,
pues te he encomendado mi causa!
Cantad al Señor, alabad al Señor,
que libera la vida del pobre
de las manos de gente perversa.
P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor

Salmo Responsorial
Sal 17,2-3a.3bc-4.5-6.7
R/. En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó
V/. Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R/.V/. Dios mío, peña mía, refugio mío,
escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos. R/.V/. Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte. R/.V/. En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz,
y mi grito llegó a sus oídos. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan
Jn 10,31-42
“. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre”
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
Elles replicó:
«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».
Los judíos le contestaron:
«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».
Jesús les replicó:
«¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios, y no puede fallar la Escritura, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros: “¡Blasfemas!” Porque he dicho: “Soy Hijo de Dios”? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».
Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.
Muchos acudieron a él y decían:
«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad».
Y muchos creyeron en él allí.
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN
“Si en la Escritura santa, la divinidad se atribuye de alguna manera y en algún sentido a quienes han recibido la Palabra de Dios, cuánto más se debería atribuir a quien es la misma Palabra de Dios”
Hoy, viernes de dolores, recordamos a María que está junto a la cruz de su Hijo. Qué escena más intensa y profunda para comprender el amor de una madre, y en este caso para con nosotros, de una Madre, a quien hoy le consagramos nuestro país y a todos los paraguayos, pues Paraguay es tierra de María. Ella recibió de labios del anciano Simeón una profecía sobre el Niño: una espada le atravesaría el corazón, que se cumple a cabalidad. María, como siempre, acompañando a su Hijo en su Pasión y Cruz (cf. Jn 19,25-27). Y lo hace en cada hermano que padece y lleva su cruz por el camino de la vida. ¿Cómo Madrecita abandonarías a tus hijos que te amamos tanto? Ampáranos contra los virus y bacterias, contra el tentador y el que confunde, contra las adversidades de nuestro hoy. Virgen de los Milagros de Caacupé, ruega por nosotros.
En el texto de hoy Jesús se revela (se da a conocer) como Mesías, unido con Dios, quien le entrega sus ovejas (cf. Jn 10,22-30) y muestra que los signos que realiza (sus obras o milagros) prueban la comunión profunda de Él con el Padre. Jesús es la Palabra que está en el seno del Padre y vive en comunión con Él, quien vino a los suyos a través de la Encarnación para que quien lo recibiera se hiciese también hijo de Dios. Incluso les dice que, si no creen en Él, crean en sus obras. Pues al árbol se le conoce por sus frutos (cf. Lc 6,43-45), es decir, un árbol bueno necesariamente debe dar frutos buenos, y un árbol malo dará frutos malos. Si las obras que Él realiza son buenas, por tanto, significa que esos frutos provienen de un árbol bueno, que es Él, Alguien Bueno.
Esto de presentarse como Dios genera querer apedrearlo, porque es una blasfemia para los judíos. Querer apedrear a Jesús de parte de los escribas y fariseos, particularmente de los judíos, siempre surgió porque Jesús se presenta como el Hijo de Dios y su unidad con el Padre. Esa actitud de rechazo por parte de los suyos, ya fue presentada en Jn 1,1-18; pero acá encontramos una actitud hostil muy abierta, que justificaban el hecho porque estaban vigilando la ortodoxia de la doctrina, que supuestamente estaba violando Jesús. Con ese argumento decían que Jesús estaba blasfemando, porque pretendía igualarse a Dios. Jesús abiertamente les dice que es el Hijo de Dios, y si no son capaces de creerle a Él, que crean en sus obras. Jesús se marcha al otro lado del Jordán, donde muchos creyeron en Él. Por ello, no deberíamos temer a llevar la Buena Noticia, con gestos y palabras, a cualquier ambiente. En este sentido, invitamos a los jóvenes, quienes normalmente no temen arriesgarse, a llevarle a Jesús, a Dios, a otros jóvenes y al mundo entero, compartiendo con ellos la alegría de esa buena Nueva. Lo que para unos, pasa a ser la luz para sus vidas, para otros dicen ser la oscuridad. Los creyentes ven en Jesús al enviado del Padre, el Revelador que vino a traer la luz y la vida a los seres humanos. Su muerte llegó a ser un error muy grave de los hombres, que se justifica por el designio de Dios quien entrega a su Hijo a la muerte en cruz, la peor de las muertes, para que de ella surja la vida para la humanidad.
Jesús les cita el salmo 82,6: “Yo dije: son dioses, todos ustedes son hijos del Altísimo”, refiriendo que “dioses” dice la Palabra de Dios, la Ley, a quienes fueron encargados de interpretarla y concretarla en el pueblo. Si a los jueces y dirigentes de Israel se les llama dioses, con cuánta mayor razón puede ser llamado Hijo de Dios a quien es el agente de Dios, su único Enviado de la eternidad a la temporalidad, el que es la misma Palabra de Dios encarnada. Es decir, si en la Escritura santa, la divinidad se atribuye de alguna manera y en algún sentido a quienes han recibido la Palabra de Dios, cuánto más se debería atribuir a quien es la misma Palabra de Dios. Pero si son incapaces de atribuir la categoría divina a la Persona de Jesús, que miren sus obras, que demuestran ser el Hijo de Dios, el agente de Dios en el mundo, el camino que lleva a la fe y al verdadero conocimiento de Dios.


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