Lecturas del día y Reflexión al Evangelio de Hoy   Martes de la 2ª semana de Pascua «Lectio Divina»

“Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna»

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Martes de la 2ª semana de Pascua

Alegrémonos, regocijémonos y demos gloria a Dios, porque el Señor, nuestro Dios, el Todopoderoso, ha establecido su reino. Aleluia.

Apoc 19, 18. 7. 6

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Audios originales tomados de: panversia.com

Primera Lectura

LECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES

Hechos 4,32-37

EL grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado. Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba.
José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa hijo de la consolación, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a los pies de los apóstoles.

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Salmo Responsorial

Sal 92,1ab.1c-2.5

R/. El Señor reina, vestido de majestad

El Señor reina, vestido de majestad;
el Señor, vestido y ceñido de poder. R/.

Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno. R/.

Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término. R/.

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Evangelio

Lectura del santo evangelio según  san Juan 

3,5a.7b-15

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“El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.

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EN aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
Nicodemo le preguntó:
«¿Cómo puede suceder eso?».
Le contestó Jesús:
«¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna».

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

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MEDITACIÓN

“La Palabra de Dios es dura, misteriosa al mismo tiempo, algunos la escuchan y no creen, otros, sí.

De a poco Jesús le va dando a conocer su identidad a Nicodemo. Si no cambia su mirada no podrá entender y ver lo que Jesús le está diciendo. Si se da esa docilidad, esa acogida, entonces se podrá comprender que Dios irrumpe en nuestra historia, en nuestra vida personal; es el Kairós, un tiempo favorable en donde Él es el protagonista para que se puedan comprender los misterios de salvación, superando inclusive nuestras expectativas y cualquier modelo o paradigma que existiere. Es un descubrir permanente con relación a las cosas nuevas que nos quiere comunicar y enseñar. Cuando Jesús dice “renacer de lo alto” está diciendo que se debe dar un salto para nacer del Espíritu, ciertamente un nacimiento nuevo, que no se puede medir por las categorías de la carne que quiere razonar todo sólo con la mente humana, sin dejarse guiar por el Espíritu.

Jesús repite que no habla por su cuenta, sino que dice lo que ha visto junto al Padre y lo que le ha dicho que diga. Él es la Palabra viva y eficaz del Padre, todo existió de la nada gracias a la Palabra de Dios. Por ello, es necesario acoger con absoluta disponibilidad la Palabra en nuestra vida y que Ella haga su trabajo de transformación en una nueva criatura. Si Jesús es la Palabra viva del Padre, ¿le escuchamos? ¿Hacemos lo que nos dice? Hasta los muertos salen vivos del sepulcro por la Palabra eficaz de Dios: “Las palabras que les dije son espíritu y vida” (Jn 6,63) y los seres humanos nos purificamos por su Palabra: “Ustedes están limpios, por la Palabra que yo les anuncié” (Jn 15,3). Por esa Palabra de Dios llegamos a ser hijos de Dios por el don del Espíritu Santo que se nos comunica desde el Bautismo, principio de vida eterna.

“Si permanecen fieles a mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos” (Jn 8,31). Debemos más que nunca creer en Dios y en su Palabra, en todo lo que nos dijo, ser fieles a sus mandatos que están en su Palabra, y que nunca salgamos de esa comunión con Dios; estar vivos en la vida de Dios que se manifiesta a través de su Palabra hecha carne, en la Eucaristía y en la vida de tantos hermanos con rostros bien concretos con necesidades angustiantes (cf. Puebla 31ss.). Pero atención: la Palabra de Dios es dura, misteriosa al mismo tiempo, algunos la escuchan y no creen, otros, sí. Genera también división al interno mismo de la familia, porque algunos siguen con sus criterios contaminados por lo que el mundo les ofrece: “Desde ese momento muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo” (Jn 6,66). Es interesante el tema de los testimonios: Jesús da testimonio de la Verdad contra el mundo, da testimonio del Padre y de sí mismo como enviado del Padre. El Padre da testimonio a favor del Hijo e igualmente el Espíritu Santo. Luego estarán los testimonios de los apóstoles. En base a estos testimonios la fe recibe a Jesús (teniendo

como presupuesto que es un don que antecede a cualquier testimonio recibido), lo conoce y en Él conoce al Padre y en Jesús se reconoce al enviado del Padre. La fe va acompañada de las obras, debe ser una fe encarnada, práctica, cumpliendo los mandamientos de Dios en donde encontramos su voluntad.

El Hijo del Hombre debe ser levantado en la cruz e introducido nuevamente en la Gloria del Padre. Es un llamado a mirar al Cristo alzado en la cruz, y creer en Él, en la victoria del Amor y la Misericordia, derramando su Sangre por nuestra salvación. El Hijo del hombre debe ser levantado en alto, a la vez alzado en la cruz e introducido de nuevo en la gloria del Padre. Nos recordamos del texto “mirarán al que traspasaron” (Jn 19,37), en donde se nos pide mirar al crucificado y quien asciende y es glorificado a la diestra del Padre. Es el mismo Jesús, el crucificado, quien lleva consigo impregnado las llagas por donde le traspasaron. Sólo podrá ser salvado quien mire a Cristo, levantado en la cruz, creyendo que es el Hijo de Dios, porque de su costado salen agua y sangre, es Él quien nos purificará de todos nuestros pecados.

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