“Yo soy el Camino, La Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.”
VIERNES 5 DE MAYO

Nos has redimido, Señor, por medio de tu sangre, de todas las familias, lenguas, pueblos y naciones, y has hecho de nosotros un reino sacerdotal paea nuestro Dios. Aleluia.
Apoc 5, 9-10

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan
Jn 14, 1-6
“Yo soy el Camino, La Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.”
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No pierdan la paz. Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque ahora voy a prepararles un lugar. Cuando me vaya y les prepare un sitio, volveré y los llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el camino para llegar al lugar a donde voy”.
Entonces Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí”.
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
“Lo fundamental es conocerle a Jesús, conocer su vida y lo que enseñó, para conocer el camino por donde llegar al Padre, ya que Él mismo es ese Camino.”
Seguimos en el contexto de la Última Cena, donde se dan el lavado de los pies, la traición de Judas y la negación de Pedro. El ánimo de los discípulos está turbado, acalorado; por eso, Jesús sale al paso diciéndoles que tengan ánimo, estén tranquilos, pues en la casa de su Padre hay muchas moradas (estancias, hogares, donde estar). Acá se habla de la finalidad última de Jesús, que también es la nuestra: el Padre (es nuestro destino final). Las primeras palabras en el Evangelio según san Juan son “¿qué buscan?” (Jn 1,38). Les dice: “vengan y verán”, pero se entenderá recién en el capítulo 14 cuando les dice que, en la casa de su Padre, hay mucho lugar, es decir, todos pueden llegar a estar ahí. Sienten la incertidumbre, la inseguridad ante tales acontecimientos. Jesús entiende que debe animar a su gente, y lo hace con el Corazón, para superar toda tristeza y comprender el objetivo divino para los hombres.
Lo que pasa es que en el capítulo anterior se termina anunciando la separación: Jesús se va y Pedro protesta prometiendo fidelidad y seguimiento hasta el final, pero Jesús le anuncia que lo negará. Esto no resultó tan simpático para los discípulos, se quedan decepcionados y turbados en su ánimo. Se pretende inyectar seguridad y confianza en los discípulos. Hay personas que con su sola presencia ya nos levanta el ánimo, tienen un brillo especial, porque están llenas de Dios. Es lo que genera Jesús con su sola Presencia y con las palabras que anima a sus discípulos para no quedarse sólo en el momento inmediato que están viviendo, sino que se proyecten hacia lo definitivo. Es traer en el presente lo que pasará más adelante en el futuro, es estar gozando ya de lo que se vivirá luego.
Los discípulos deberían creer en Jesús, así como creen en el Padre, creer en que la partida de Jesús les conviene. Lo fundamental es conocerle a Jesús, conocer su vida y lo que enseñó, para conocer el camino por donde llegar al Padre, ya que Él mismo es ese Camino. Lo que el ser humano necesita para su salvación es creer en Jesús, el Camino seguro que lo llevará al Padre. La fe es un don de Dios, pero también una tarea, implica una responsabilidad con la respuesta que se da a ese don, a ese regalo. En la medida en que se responda con generosidad, con el auxilio del Espíritu Santo, se irá entendiendo mejor el misterio de la salvación y fácilmente la persona se abandonará a la voluntad de Dios, alejándose de preocupaciones y ataduras que van impidiendo una respuesta cada vez más generosa a la misión que el Padre nos pide y hacia donde nos llama y espera. Jesús habla a sus discípulos de su partida al Padre, pero al mismo tiempo, de su regreso: Él volverá a sus amigos después de su crucifixión; Él y el Padre habitarán o vivirán con aquéllos que los aman y guardan sus palabras (entendido sólo desde la fe); una manifestación que se logrará por medio del Espíritu y si Él viene inmediatamente después de morir, está pendiente su venida al final de los tiempos. Es un tema fascinante, que seguramente en la medida que iba diciendo a sus discípulos, éstos se quedaban maravillados por la confirmación de todo lo que se había anunciado en la Ley, los Profetas y los Salmos. Nuestro objetivo es contemplar el rostro de Dios, hacia ahí nos encaminamos; luego de su Ascensión, la Presencia de Jesús será ya Espiritual hasta el fin de los tiempos. Regresará al final, en la Parusía, con gloria y esplendor.
Un legado maravilloso que Jesús nos dejó es la confianza, el optimismo, la alegría, nunca el desánimo, ni la tristeza, la desconfianza ni el pesimismo. Nuestro apoyo es el Señor. Tanto nos ama que nos precede para prepararnos un lugar junto al Padre. Él es el Dios que cumple con su promesa. En este caso, su promesa va más allá del tiempo y del espacio; su promesa se cumple en el cielo. Lo dice de esta manera para que, ante las adversidades, ante los sufrimientos o dolores que cada uno pase, no se desanime, y nunca pierda la esperanza de llegar a la patria celestial. Sabemos que “no somos ciudadanos de la tierra, sino del cielo”, es nuestro destino final, estar en la Presencia del Padre para alabarlo y glorificarlo por toda la eternidad. Hasta el cielo no paramos. Ánimo.
Jesús es el Camino porque desde el Bautismo nos sumergimos en Él gozando de su Gracia, herencia maravillosa de su divinidad y así, capacitarnos para perseverar en el amor. Jesús es la única Verdad, en este mundo lleno de mentiras y falsedades. Viviendo la vida cristiana a plenitud, somos libres porque la Verdad nos hará libres. Jesús es la Vida, quien nos colma y plenifica con su Amor. La Vida de Jesucristo nos da tanta felicidad impulsándonos a querer compartirla con los demás. Virgen de Fátima, ruega por nosotros, por la paz y amor entre hermanos.


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