“Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre.”
DOMINGO 7 DE MAYO QUINTO DOMINGO DE PASCUA

Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas; reveló su victoria a los ojos de las naciones. Aleluia.
Sal 97, 1-2

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan
Jn 14, 1-12
“Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre.”
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar adonde voy».
Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?».
Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.
Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto».
Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta».
Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?. El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: «Muéstranos al Padre»?
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre.
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
“La fe es un don de Dios, pero también una tarea, implica una responsabilidad con la respuesta que se da a ese don, a ese regalo.”
Seguimos en el contexto de la Última Cena, donde se dan el lavado de los pies, la traición de Judas y la negación de Pedro. El ánimo de los discípulos está turbado, acalorado; por eso, Jesús sale al paso diciéndoles que tengan ánimo, estén tranquilos, pues en la casa de su Padre hay muchas moradas (estancias, hogares, donde estar). Acá se habla de la finalidad última de Jesús, que también es la nuestra: el Padre (es nuestro destino final). Las primeras palabras en el Evangelio según san Juan son “¿qué buscan?” (Jn 1,38). Les dice: “vengan y verán”, pero se entenderá recién en el capítulo 14 cuando les dice que, en la casa de su Padre, hay mucho lugar, es decir, todos pueden llegar a estar ahí. Sienten la incertidumbre, la inseguridad ante tales acontecimientos. Jesús entiende que debe animar a su gente, y lo hace con el Corazón, para superar toda tristeza y comprender el objetivo divino para los hombres.
Lo que pasa es que en el capítulo anterior se termina anunciando la separación: Jesús se va y Pedro protesta prometiendo fidelidad y seguimiento hasta el final, pero Jesús le anuncia que lo negará. Esto no resultó tan simpático para los discípulos, se quedan decepcionados y turbados en su ánimo. Se pretende inyectar seguridad y confianza en los discípulos. Hay personas que con su sola presencia ya nos levanta el ánimo, tienen un brillo especial, porque están llenas de Dios. Es lo que genera Jesús con su sola Presencia y con las palabras que anima a sus discípulos para no quedarse sólo en el momento inmediato que están viviendo, sino que se proyecten hacia lo definitivo. Es traer en el presente lo que pasará más adelante en el futuro, es estar gozando ya de lo que se vivirá luego. Los discípulos deberían creer en Jesús, así como creen en el Padre, creer en que la partida de Jesús les conviene. Lo fundamental es conocerle a Jesús, conocer su vida y lo que enseñó, para conocer el camino por donde llegar al Padre, ya que Él mismo es ese Camino. Lo que el ser humano necesita para su salvación es creer en Jesús, el Camino seguro que lo llevará al Padre. La fe es un don de Dios, pero también una tarea, implica una responsabilidad con la respuesta que se da a ese don, a ese regalo. En la medida en que se responda con generosidad, con el auxilio del Espíritu Santo, se irá entendiendo mejor el misterio de la salvación y fácilmente la persona se abandonará a la voluntad de Dios, alejándose de preocupaciones y ataduras que van impidiendo una respuesta cada vez más generosa a la misión que el Padre nos pide y hacia donde nos llama y espera.
Jesús habla a sus discípulos de su partida al Padre, pero al mismo tiempo, de su regreso: Él volverá a sus amigos después de su crucifixión; Él y el Padre habitarán o vivirán con aquéllos que los aman y guardan sus palabras (entendido sólo desde la fe); una manifestación que se logrará por medio del Espíritu y si Él viene inmediatamente después de morir, está pendiente su venida al final de los tiempos. Es un tema fascinante, que seguramente en la medida que iba diciendo a sus discípulos, éstos se quedaban maravillados por la confirmación de todo lo que se había anunciado en la Ley, los Profetas y los Salmos. Nuestro objetivo es contemplar el rostro de Dios, hacia ahí nos encaminamos; luego de su Ascensión, la Presencia de Jesús será ya Espiritual hasta el fin de los tiempos. Regresará al final, en la Parusía, con gloria y esplendor.
Un legado maravilloso que Jesús nos dejó es la confianza, el optimismo, la alegría, nunca el desánimo, ni la tristeza, la desconfianza ni el pesimismo. Nuestro apoyo es el Señor. Tanto nos ama que nos precede para prepararnos un lugar junto al Padre. Él es el Dios que cumple con su promesa. En este caso, su promesa va más allá del tiempo y del espacio; su promesa se cumple en el cielo. Lo dice de esta manera para que, ante las adversidades, ante los sufrimientos o dolores que cada uno pase, no se desanime, y nunca pierda la esperanza de llegar a la patria celestial. Sabemos que “no somos ciudadanos de la tierra, sino del cielo”, es nuestro destino final, estar en la Presencia del Padre para alabarlo y glorificarlo por toda la eternidad. Hasta el cielo no paramos. Ánimo.
Jesús es el Camino porque desde el Bautismo nos sumergimos en Él gozando de su Gracia, herencia maravillosa de su divinidad y así, capacitarnos para perseverar en el amor. Jesús es la única Verdad, en este mundo lleno de mentiras y falsedades. Viviendo la vida cristiana a plenitud, somos libres porque la Verdad nos hará libres. Jesús es la Vida, quien nos colma y plenifica con su Amor. La Vida de Jesucristo nos da tanta felicidad impulsándonos a querer compartirla con los demás. Virgen de Fátima, ruega por nosotros, por la paz y amor entre hermanos. Varias veces Jesús repite su identidad con el Padre. En Él se ve al Padre, Él es la Palabra del Padre hecha carne, las obras que hace son del Padre, todo Él es la manifestación del Padre para nosotros. También es una invitación a profundizar el conocimiento de la vida de Jesús. Sólo teniendo una vida interior más profunda, se puede ver la alegría que produce lo divino en nuestra vida cotidiana. Con el mero cumplimiento de los preceptos, no podemos captar la unidad e intimidad que existe en Dios; sólo desde una vida de oración permanente y proyectada en la cotidianidad se le ve al Dios de la Promesa. Si el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre, y si nosotros los creyentes le recibimos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en el Bautismo, entonces ¿puede obrar también el Padre en el creyente, así como ha obrado en Jesucristo? Puede obrar, incluso se podrá hacer obras mayores, pues le tenemos en nosotros a la Santísima Trinidad al ser bautizados. ¿Creemos en esto? Ciertamente se debería permanecer en plena unidad con Dios a través de su Iglesia, viviendo en profundidad la misión encomendada. Es recordar lo que dijo Pablo: “ya no soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20).
Todo nuestro ser ha cambiado su identidad desde ese momento, hemos sido deificados, o cristificados, llegamos a ser totalmente nuevos. No en balde somos “templos y sagrarios de la Santísima Trinidad”, pues todo nuestro ser le lleva a Dios, para que lleguemos a ser “sal y luz de la tierra” (Mt 5,13-16). El cristiano, que le tiene a Jesús, Luz del mundo (cf. Jn 8,12), debe iluminar cualquier situación. No puede ser cómplice de una situación de corrupción o cualquier experiencia que vaya contra la dignidad de la persona humana. Tanta es la encarnación de Dios en nosotros, que nos convertimos en “hostias vivas”, pan vivo que le gente necesita para comer y saciará cualquier gusto y hambre que haya, porque para Dios todo es posible (cf. Lc 1,37).
Nosotros que somos cristóforos (portadores de Cristo) no tememos a nada ni a nadie, porque creemos verdaderamente en Dios, le conocemos (tenemos experiencia profunda de Él en las buenas y en las malas), por tanto, le comunicamos a los demás desde nuestra propia vivencia de fe. De ahí que seguimos misionando con gestos y palabras, prolongando la vida de Cristo en el mundo. Y, además, le vemos a Cristo presente en cada hermano que Dios nos regala en la vida. En los rostros sonrientes y alegres de personas que son felices y viven adecuadamente su vida de fe en familia y en comunidad.


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