“Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.”
MIÉRCOLES 10 DE MAYO QUINTA SEMANA DE PASCUA

Mi boca está llena de tu alabanza y anuncia tu gloria todo el día; te cantarán mis labios con alegría. Aleluia.
Sal 70, 8. 23

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Juan
Jn 15, 1-8
“El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nadan pueden hacer.”
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, Él lo arranca, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos”.
P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús
MEDITACIÓN
“La vida fructuosa es aquella vida de plena unión con Dios, en la cual la oración siempre es bien atendida.”
Jesús elige una comparación para expresar la relación que existe entre la vid-Jesús; el Padre-viñador y los discípulos-ramas (sarmientos). En toda viña es necesario que haya una persona que cuide, limpie, riegue y vigile constantemente las plantas (el labrador o viñador). Juan expresa que el mismo Jesús es la vid del Padre.
J. Ratzinger dice que esa expresión tiene un alcance cristológico, en donde lo esencial y de mayor relieve es “Yo soy”, “el Hijo mismo se identifica con la vid, él mismo se ha convertido en vid. Se ha dejado plantar en la tierra. Ha entrado en la vid: el misterio de la encarnación, del que Juan habla en el Prólogo, se retoma aquí de una manera sorprendentemente nueva. La vid ya no es una criatura a la que Dios mira con amor, pero que no obstante puede también arrancar y rechazar. Él mismo se ha hecho vid en el Hijo, se ha identificado para siempre y ontológicamente con la vid. Esta vid ya nunca podrá ser arrancada, no podrá ser abandonada, no podrá ser abandonada al pillaje: pertenece definitivamente a Dios, a través del Hijo, Dios mismo vive en ella”.
Con este pasaje se concluye todo el discurso de despedida de Jesús. En ese discurso garantiza que regresaría a ellos. Y justamente esa promesa de su presencia entre sus discípulos se cumple en esta alegoría de la vid y los sarmientos. Jesús pasará a ser la fuente de la vida, fuente de los creyentes y fuente de las obras buenas que lleguen a hacer. En este texto aparecen palabras claves, como: “Padre”, “permanecer” y “dar frutos”. En el capítulo 14 lo más determinante era el mandato de creer en Jesús, y en el capítulo 15, la exigencia es permanecer en Él. Otro único pasaje en el Evangelio según san Juan donde se expresa también “permanecer” es en el tema de la Eucaristía: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6,56). Existe una profunda y clara conexión entre “permanecer” y “Eucaristía”. Es su Presencia real, Cuerpo-Alma-Divinidad, no sólo entre nosotros, sino en nosotros mismos al recibirlo y convertirnos en “hostias vivas”; es decir, nos convertimos así ya no sólo en “otros Cristos”, sino en “Cristo mismo” prolongándose a todas partes del mundo entero. ¡Qué maravillosa interpretación! La imagen de la vid, muy conocida por los judíos, es una planta que requiere muchos cuidados, lo que nos remite a los cuidados que Dios hace con su pueblo (cf.Jer 2,21; Is 5). La destrucción de esa viña, representaba las calamidades acontecidas en todo Israel (cf. Ez 19,10-14; Sal 80,13-16). La imagen de la viña es en el Antiguo Testamento clave para expresar la Alianza de Dios con el pueblo de Israel. Jesús al valerse de elementos familiares, quiere enseñar la solidaridad y la unión que existe entre Él y sus discípulos. Y les muestra que hay partes de la planta que requiere más limpieza y poda, a cargo del Viñador. Ciertamente esa limpieza se da con la comunicación de su palabra, y como ya están limpios les pide permanencia en Él.
Esta alegoría de la viña y los sarmientos enseña sobre la necesidad de permanecer en Jesús, ya que es la única manera en que el discípulo pueda producir los frutos de amor que el Padre, el Viñador, espera de sus sarmientos. A pesar de la ausencia de Jesús, sus discípulos deben permanecer unidos a Él, quien les promete su presencia en ellos. Es una unión tan esencial para que la vida divina pueda vivir en ellos y dar los frutos en las obras buenas que Dios espera realmente. Esta unidad indica dependencia y mutua relación para que el resultado se pueda dar, de lo contrario, si su discípulo es autosuficiente o autorreferencial, lo apartará de Dios y al cortarse esa unidad con Dios, no producirá buenos frutos. Separación que se dará en el último día, pero aquí se refiere ya a nuestro “aquí y ahora” de nuestra historia; si estamos separados, lo estaremos también al final, si estamos unidos, lo estaremos hasta el final de los tiempos.
¿Qué frutos debería producir un discípulo de Jesús, un creyente hoy día? La vida fructuosa es aquella vida de plena unión con Dios, en la cual la oración siempre es bien atendida. Para poder responder al Padre así como Él quiere, es fundamental un amor verdadero entrando en plena comunión con Jesús. Es la actitud del verdadero discípulo. El discípulo que escucha la Palabra de Dios y la lleva a la práctica, es el que dará muchos buenos frutos para dar gloria a Dios en su ambiente que le toque vivir. A la iniciativa de Dios en el amor, pues “Dios nos amó primero” (1 Jn 4,10), corresponde la respuesta del creyente en una plena obediencia al amor recibido.
La condición para dar fruto es permanecer en Él. Este verbo permanecer aparece 7 veces en Jn 15,4-7, es el tema dominante mostrando la actitud decisiva del discípulo. En este caso es estar unido o vinculado firme y establemente, como las ramas al tronco. Es una comunión creada por Dios mediante su iniciativa, aceptada por el ser humano y que se debería mantener, desarrollar, profundizar de modo progresivo. La fecundidad de los discípulos como fruto de la permanencia en Jesús, pero concretizada gracias a la oración de petición aparece luego, es decir, en esa relación recíproca de permanecer, el discípulo pide lo que pide Cristo, y lo que pida se le concederá.
Invita a la comunión con Jesús y entre los discípulos. Aunque, es necesaria en el tiempo oportuno la poda, como símbolo de la purificación que necesita la comunidad para que pueda seguir creciendo y dar más frutos todavía. Tanto ama el Padre al Hijo y el Hijo a los discípulos, que para saborear y comprender en plenitud ese amor, es necesario permanecer en Jesús hoy y siempre. Y esa permanencia nos llevará a unirnos a los hermanos, para que la unidad sea el signo visible del amor de Dios entre nosotros.


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