Reflexión al Evangelio de Hoy  JUEVES 11  DE MAYO 

“Permanezcan en mi amor.”

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JUEVES 11   DE MAYO QUINTA SEMANA DE PASCUA

Cantaré al Señor que se ha cubierto de gloria. El Señor es mi fuerza y mi protección, él me salvó. Aleluia. 

Éx 15, 1-2

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Evangelio

Lectura del santo evangelio según  san Juan 

Jn 15, 9-11

“Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes.

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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena”.

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

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MEDITACIÓN

Sin comunión con Jesús no hay amor verdadero, y sin Él no se puede responder al Padre como Él quiere y nos pide.”

El amor es la fuente de la unidad y lleva al gozo sin medidas, a la alegría, pues “con Cristo nace y renace la alegría” (EG 1). ¿Qué nos hace sentir que Jesús nos repitiera tantas veces que nos ama y que permanezcamos en su amor? Podemos sentir mucha alegría, o bien también vergüenza porque nos repitiera tantas veces que nos amara. Con el mismo amor que ama al Padre, Jesús nos ama siempre, es un amor eterno y divino, más de eso no podría existir nunca, por encima de eso Dios ya no podría hacer nada por la criatura humana. Nos ama hasta el infinito y cualquier acción es con ese amor, no con otro, hacia nosotros. Lo interesante es que nos pide que lo amemos con ese mismo amor, que le respondamos con generosidad al amor recibido, no con desidia, con pereza o limitados por la acedia espiritual.

En esta sección vemos que la iniciativa parte desde Dios: pues Él nos amó primero (cf. 1 Jn 4,10). Envía por amor a su Hijo por y para los hombres: “Tanto amó Dios al mundo que envió a su único Hijo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna” (Jn 3,16). El Hijo acepta llevar a cabo esta misión de amor para los hombres. Y es el Hijo quien envía a los creyentes a llevar el mismo amor recibido al mundo y desde el creyente a través de Cristo llegamos al Padre. Así como el Padre me envió a mí, yo los envío a ustedes (cf. Jn 20,21); y el “así como”, hace referencia al tanto amor que brota del Padre hacia el Hijo y hacia nosotros. La experiencia de amor se completa cuando correspondemos plena y gratuitamente a ese amor recibido, amándolo también incondicionalmente, pues amor con amor se paga, por el impulso que genera el amor en nosotros haciendo brotar el deseo inmenso de amar como Él nos ama, por tener su Amor dentro nuestro.

Sin comunión con Jesús no hay amor verdadero, y sin Él no se puede responder al Padre como Él quiere y nos pide. Los frutos son la alegría que regala Dios a sus discípulos y la plena confianza que genera el permanecer en Él, pues al ser creyente sabemos que todo depende de Dios (cf. Jn 13,3) y sólo desde su Gracia entramos en comunión con Él y con los hermanos. Así, la comunión será el fruto, el signo visible del Amor de Dios entre nosotros. Sin el Amor (presencia de Dios), es imposible la comunión. Nuestra respuesta corresponde a la gratuita e inmerecida iniciativa de Dios hacia nosotros, personas frágiles, débiles y limitadas, pero llenas de ese Amor de Dios para amar como Él nos amó. Cuando hay amor verdadero, también nos animaremos a sacrificarnos para agradar al máximo a la otra Persona. No será fácil continuar en la comunión de amor con Jesús, siempre habrá dificultades por el camino de la vida, por eso pide que se permanezca en su amor cumpliendo sus mandamientos. Muchas veces podemos empezar amando impresionantemente a Dios, pero nos cuesta perseverar, porque nos ataca la inconstancia. Cuando ese amor es profundo, pleno y permanente, generará un gozo incontenible que hará en que un creyente obrara amando siempre con alegría.

Jesús explica a sus discípulos de su partida al Padre, y se pusieron todos tristes, de ahí que ahora les habla del gozo cristiano, porque en la Ascensión al Padre se debe fundamentar esa alegría, pues Jesús va al Padre para esperar a todos los discípulos y unirse a ellos no de manera provisoria sino ya permanente, definitiva. Les dice: “Alégrense y regocíjense, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo” (Mt 5,12). También dice en otro lugar de la Escritura: “Alégrense de que sus nombres estén escritos en el cielo” (Lc 10,20). Nada ni nadie puede quitar al cristiano la causa de la alegría de su vida, pues su alegría no se fundamenta en nada temporal o terreno, o en beneficios sociales o económicos, sino en la seguridad de que su nombre está escrito en el Reino de Dios, lo cual es definitivo. Si se pretende conseguir la perseverancia en el bien y en el amor, se logra con la oración, por tanto, pidamos al Señor para que nos ayude a no caer en la tentación y que nos libre del maligno. Se permanece en el amor del Señor no sólo de palabras sino con las obras y de verdad, toda vez que se sigue con humildad sabiendo que necesita alimentarse de la savia de su misericordia para perseverar en la fe, la esperanza y la caridad

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