Reflexión al Evangelio de Hoy  DOMINGO 14  DE MAYO 

“Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.”

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DOMINGO 14  DE MAYO SEXTA SEMANA DE PASCUA

Con gritos de alegría anuncien y proclámenlo hasta los confines de la tierra: El Señor ha liberado a su pueblo. Aleluia. Is 48, 20

 Is 48, 20 

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Evangelio

Lectura del santo evangelio según  san Juan 

Jn 14, 15-21

“El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.

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En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos; yo le rogaré al Padre y Él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes.

No los dejaré desamparados, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco, el mundo no me verá más, pero ustedes sí me verán, porque yo permanezco vivo y ustedes también vivirán. En aquel día entenderán que yo estoy en mi Padre, ustedes en mí y yo en ustedes.

El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre, yo también lo amaré y me manifestaré a él”.

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

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MEDITACIÓN

Es allí, en el fondo, en el cielo de mi alma donde me gusta buscarle, pues nunca me abandona. “Dios en mí, yo en Él”.

En la sección de Jn 14,12-26 se desarrollan cuatro promesas que Jesús hace a sus discípulos en su discurso de despedida: 1. hacer obras mayores que Él; 2. el don del Paráclito; 3. la inhabitación del Padre y del Hijo en los creyentes; 4. la recepción de la enseñanza del Paráclito[1]. La condición para recibir el don del Paráclito es el amor a Jesucristo. Si los discípulos aman a Jesús estarán en condiciones de guardar sus mandamientos. Si los discípulos guardan los mandamientos, Jesús le pedirá al Padre y él les dará otro Paráclito, para que esté siempre con ellos. “paráclito” que etimológicamente significa “alguien llamado para que esté junto a uno y lo ayude o defienda”, de aquí que se pueda traducir como “consolador”, “ayudante”, “consejero” o “intercesor”. Como término técnico en el campo legal significa también “abogado” o “defensor”, como reflejan algunas traducciones. Jesús habla de “otro” Paráclito dejando el claro que él mismo lo ha sido para sus discípulos durante su vida terrena. Y este Paráclito lo sustituirá y prolongará su obra en favor de los discípulos; siendo una persona distinta del Padre y del Hijo.

El tiempo de Pascua nos ha invitado insistentemente a tener una experiencia de Cristo Resucitado. Esto es, a descubrirlo presente en la Iglesia, en la comunidad, en la Palabra, en la Eucaristía, en los pastores y en los diversos ministerios y servicios eclesiales. la Presencia de Dios en nuestro interior, en nuestra alma, en nuestro corazón. La Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, quiere habitar en nosotros, hacer de nuestro corazón su morada, su habitación, su lugar de residencia. Al respecto leemos en el Catecismo de la Iglesia Católica nº 260: «El fin último de toda la economía divina es el acceso de las criaturas a la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad. Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad (Jn 14,23)”.

San Agustín, ese apasionado buscador de Dios, quien escribía en sus Confesiones: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed, me tocaste, y abraséme en tu paz» (10, 27).

En la misma línea, San Juan de la Cruz le responde al alma que quiere ir en la búsqueda de Dios y pregunta: “¿A dónde te escondiste amado?” lo siguiente: “le respondamos mostrándole el lugar más cierto donde está escondido para que allí lo halle a lo cierto con la perfección y sabor que puede en esta vida y así no comience a vaguear en vano tras las pisadas de las compañías. Para lo cual es de notar que el Verbo Hijo de Dios, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, esencial y presencialmente está escondido en el íntimo ser del alma; por tanto, el alma que le ha de hallar conviénele salir de todas las cosas según la afección y voluntad y entrarse en sumo recogimiento dentro de sí misma, siéndole todas las cosas como si no fuesen”, (Cántico Espiritual B, 6). Esta experiencia de la presencia de la Santísima Trinidad en el alma fue muy fuerte en Santa Isabel de la Trinidad desde muy joven. En cierto tiempo, por un problema de salud, no podía caminar y le escribe esto a un sacerdote:“No puedo ir a la iglesia ni recibir la sagrada Comunión, pero, ya ve, Dios no tiene necesidad del Sacramento para venir a mí. Me parece que lo poseo igualmente. ¡Es tan buena esta presencia de Dios! Es allí, en el fondo, en el cielo de mi alma donde me gusta buscarle, pues nunca me abandona.“Dios en mí, yo en Él”.

J. Lafrance: “Para que nos sea dado el Espíritu Santo y permanezca en nosotros, es necesario que Cristo vuelva a su Padre y sea glorificado”. En el evangelio de hoy Jesús anuncia el envío del Espíritu Santo, del Espíritu de la verdad y su obra en los cristianos. Y «¿Cuál será el papel de este Espíritu de la verdad? Dar a conocer cada vez con mayor profundidad los misterios de Cristo, el significado de su vida, de sus palabras y acciones; al propio tiempo dará a los cristianos fuerzas para vivir en un mundo que no los comprende ni ve lo que ven ellos. En efecto, Jesús insiste en ello: este Espíritu sólo puede ser recibido, visto y conocido por los que creen y guardan los mandamientos amando» (A. Nocent). La obra del Espíritu Santo en nosotros es un Don y al mismo tiempo una Necesidad porque sólo Él puede hacer posible, «vivible» la vida cristiana. El Espíritu Santo completa y actualiza en los creyentes la obra de Cristo, su misterio pascual.

En síntesis: Jesús nos promete la presencia y la acción del Espíritu Santo en nuestra vida para entrar en la comunión de amor entre el Padre y el Hijo. Necesitamos de la acción misteriosa y fecunda del Espíritu Santo para amar a Jesús, observar los mandamientos, participar de su amor por el Padre y recibir la manifestación de su amor. Esta experiencia del amor personal de Jesús, de la comunión trinitaria, se manifestará en nuestra vida librándonos del aislamiento del yo y abriéndonos a la comunión de amor a los hermanos. Especialmente nos llevará a tocar las llagas de Cristo en nuestros hermanos sufrientes y nos impulsará a una «salida» evangelizadora, a una conversión pastoral, a una mirada atenta al prójimo que necesita, como todos los hombres, del amor sanador de Jesús y del Espíritu Santo.

Dijo el Papa Francisco:

Nosotros no estamos solos: Jesús está cerca de nosotros, en medio de nosotros, dentro de nosotros. Su nueva presencia en la historia se realiza mediante el don del Espíritu Santo, por medio del cual es posible instaurar una relación viva con Él, el Crucificado Resucitado. El Espíritu, efundido en nosotros con los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, actúa en nuestra vida. Él nos guía en el modo de pensar, de actuar, de distinguir qué está bien y qué está mal; nos ayuda a practicar la caridad de Jesús, su donarse a los demás, especialmente a los más necesitados”

(Regina Coeli, 1° de mayo de 2016).

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