La vida de familia es una aventura, con sus momentos de alegría, sus dificultades y sus pruebas. Para que este lugar sea como una » pequeña iglesia doméstica«, como lo decía San Juan Crisóstomo, un hogar donde cada uno se realice, crezca en el amor y pueda resplandecer al exterior, necesitamos la ayuda del Espíritu Santo.
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