Hay muchos que creen que el Infierno no existe. Otros creen que sí existe, pero que sólo están los ángeles caídos, que ya las personas no van allí, sosteniendo que Dios es bueno, puro y lleno de amor; pero esas personas se olvidan de que Dios también es infinitamente justo. También se olvidan que el mismo Jesús nos habló en varias ocasiones sobre la posibilidad que tenemos de condenarnos: «Apártense de mi malditos de mi padre… vayan al fuego eterno» (Mateo 25,41)

El Infierno es de creencia obligatoria para los Católicos, y es de los dogmas de nuestra fe que presenta mayor número de textos de la Sagrada Escritura que lo sustentan

Santa Faustina Kowalska, la monja polaca beatificada y canonizada por el mismo San Juan Pablo II, tuvo una visión del Infierno en 1936, concedida por el mismo Jesús, para que la hiciera del conocimiento de todos.

LAS 7 TRATAMIENTOS COLECTIVOS QUE LE REVELARON

A pesar de que no se predique sobre el infierno, las dos revelaciones más importantes del siglo XX (a los niños de Fátima y a Santa Faustina) enfatizan que el infierno existe y que el infierno está habitado por demonios y seres humanos.

A continuación se muestra la visión de Santa Faustina del infierno que Cristo le reveló. Es tan vívida como producida por Dante. Lo que sigue es tomado de la revista de Santa Faustina:

Hoy, fui llevada por un ángel a los abismos del infierno. ¡Es un lugar de gran tortura, cómo asombrosamente grande y extenso!

Los tipos de torturas que vi:

-la primer tortura del infierno es la pérdida de Dios;

-la segunda es el remordimiento perpetuo de la conciencia;

-la tercera es que la condición de uno nunca cambiará;

-la cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla, un sufrimiento terrible, ya que es un fuego completamente espiritual, encendido por la ira de Dios;

-la quinta es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante, pero a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros, su propia alma y la de los demás;

-la sexta es la compañía constante de satanás;

-la séptima es la horrible desesperación, el odio a Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias.

TAMBIÉN HAY TRATAMIENTOS ESPECIALES

Las mencionadas antes son las torturas sufridas por todos los condenados juntos, pero que no es el fin de los sufrimientos. Hay torturas especiales destinadas para las almas en particular. Estos son los tormentos de los sentidos.

Cada alma padece sufrimientos terribles e indescriptibles,relacionados con la manera en que ha pecado. Hay cavernas y hoyos de tortura donde una forma de agonía difiere de otra.

Me habría muerto con la simple visión de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido. Que el pecador sepa que va a ser torturado por toda la eternidad, en esos sentidos que fueron usados para pecar.

DIOS LE ORDENÓ DIVULGARLO

Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay infierno, o que nadie ha estado allí, y por lo tanto nadie puede decir que no sabe.  (Esto es similar a la visión del infierno y la advertencia de Nuestra Señora en Fátima.)
Lo que he escrito no es más que una pálida sombra de las cosas que vi. Pero me di cuenta de una cosa: que
la mayoría de las almas que hay no creen que haya un infierno.¡Cuán terriblemente sufren las almas allí!  En consecuencia, pido aún más fervientemente por la conversión de los pecadores. (Diario de Santa Faustina, 741)

Vamos a confiar en Cristo, orar, arrepentirnos de nuestros pecados, amar a Dios y al prójimo y adherir a la fe verdadera “sin la cual es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6).

Santa Faustina, ruega por nosotros.

Jesús, nuestra Divina Misericordia, ten piedad de nosotros.

Tomado del blog Píldoras de Fe

Oremos

“Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío;
por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Amén.

¡Oh, Jesús! Yo te pido me concedas la gracia de salvar un alma por cada latido de mí corazón, unido a los latidos del tuyo y a los del Corazón Inmaculado de vuestra Santísima Madre. Te suplico por vuestra Preciosa Sangre y vuestra Divina Misericordia. Amén.”