Luz y unión venimos a implorar de Ti, Espíritu Santo, Tú que eres la unión cumplida…
¡Escuchen, reyes, y comprendan! ¡Aprendan, jueces de los confines de la tierra! ¡Presten atención, los que dominan multitudes y están orgullosos de esa muchedumbre de naciones! Porque el Señor les ha dado el dominio, y el poder lo han recibo del Altísimo: Él examinará las obras de ustedes y juzgará sus designios. Sabiduría 6, 1-3

Espíritu consolador, que te complaces en derramar tus dones sobre el mundo:
Te pedimos que te dignes iluminar a nuestros gobernantes y unirlos en un solo corazón, en el de Jesús.
Luz y unión venimos a implorar de Ti, Espíritu Santo, Tú que eres la tranquilidad infinita, la paz serena y la unión cumplida, escúchanos y concédenos estas gracias que humildemente te pedimos.
Penetra en las inteligencias de quienes representan la autoridad divina para que en ellos reine el amor.
Dales los dones de sabiduría y de consejo, para que, destruido el espíritu del error y de la discordia,
se empeñen en crear y mantener en nuestra patria el orden, la justicia y la paz.
Sé Tú, Espíritu Santo, el indisoluble vínculo que una a Ti y a todos los pueblos de la tierra;
concédenos la gracia de triunfar sobre la desunión y la discordia
para que todos vivamos para servir a Dios y a nuestros hermanos
en un estrecho abrazo de caridad. Amén.
Publicado por: Aleteia Team | Nov 09, 2016

Oremos por nuestros gobernantes para que el Señor los ilumine
Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net
No ha habido otro momento en la historia, como hoy, en el cual los gobernantes, hombres que han sido constituidos por Dios para guiar el destino de las naciones mediante el recto gobierno de las realidades temporales, se hayan visto sometidos a tantas presiones de índole internacional, y a tentaciones que intentan separarles de la importantísima misión para la que el Señor les ha llamado (Rom 13, 1-5), llevándolos a actuar y tomar decisiones, muchas veces, por miedo a represalias políticas o económicas, por presiones externas o por intereses personales, olvidándose de que su misión esencial debe estar fundamentada en el respeto a la dignidad del hombre y en la búsqueda del bien común.

El acoso que están sufriendo nuestros gobernantes por parte de poderosos organismos internacionales es sistemático, y ciertamente, ellos, hombre y mujeres como nosotros, no están exentos de las flaquezas humanas, por lo que necesitan del auxilio del Espíritu Santo para ser fieles cada día.
Es verdad que algunas naciones, como Colombia y Costa Rica, tienen actualmente la dicha de tener presidentes católicos, que no tienen reparo en demostrar abiertamente sus convicciones personales, pero tristemente esto no sucede en todos los países. En muchos de ellos la represión, la injusticia y la aversión abierta hacia la religión, la familia y hacia la dignidad de la vida humana es lo que reina.
La Biblia está colmada con textos que nos instan a que oremos por todos los que tienen una posición en los gobiernos del mundo. El mismo San Pablo nos urge a que oremos “por los reyes y por todos los que tienen autoridad, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador” (1 Timoteo 2, 2.3)

Pero son pocos los cristianos que oran por sus gobernantes. En cambio, muchos los critican por todos los medios posibles. Es muy factible que los que fueron elegidos no sean esos con quienes simpatizamos o por quienes votamos; quizás sus acciones no estén en conformidad con nuestros deseos y convicciones más íntimas; pero Dios nos pide de igual manera que oremos por ellos.
Nuestras plegarias pueden afectar asuntos de importancia en nuestra nación y en el mundo. Debemos orar por los gobernantes de todas las naciones, cristianos y no cristianos, para que el Señor les ilumine y les de sabiduría y discernimiento y se conviertan en instrumentos para promover la dignidad del ser humano, la libertad, la justicia, la paz y el bien común.
Por esta razón, queremos invitar a todos los que quieran unirse a esta cruzada de oración «Adopta a un gobernante», asumiendo la responsabilidad de pedir diariamente por el gobernante que le sea asignado, preocupándose por conocerlo, su vida, su país, su familia, sus inquietudes y problemas, encomendándolo en la oración y ofreciendo sacrificios, sirviendo así de intercesor para que Jesucristo le conceda fortaleza, sabiduría, discernimiento y buena voluntad, justicia y verdad, honradez y honestidad en la orientación del destino de su país.
Para unirse a esta cruzada de oración, adoptando personalmente la responsabilidad de orar por un gobernante específico, sólo tiene que registrarse en: asumiendo la responsabilidad de pedir diariamente por el gobernante que le sea asignado, preocupándose por conocerlo, su vida, su país, su familia, sus inquietudes y problemas, encomendándolo en la oración y ofreciendo sacrificios, sirviendo así de intercesor para que Jesucristo le conceda fortaleza, sabiduría, discernimiento y buena voluntad, justicia y verdad, honradez y honestidad en la orientación del destino de su país.

Oración para pedir por un Gobernante
Señor, tú conoces bien nuestras necesidades y todas las aflicciones de nuestra vida moderna. Tú conoces el corazón de quienes nos han de gobernar. Por ello, te pedimos, con gran humildad y con todo nuestro corazón, que nos des un Gobernante según tu corazón.
Señor, danos un Gobernante que te obedezca y que te sea fiel en todo momento, como Moisés. Que genere leyes que permitan que se establezca tu Reino, un Reino de justicia y de paz. Que tenga una fe tan grande como para hacer que se abran no sólo los mares, sino los corazones; que pueda hacer brotar de la roca de la injusticia el agua viva de la caridad, de manera que no falte nada a nadie, así, los que poco tienen no les faltará y los que mucho tienen no les sobrará.
Señor, danos un Gobernante que nos gobierne como Samuel. Un Gobernante que tenga intimidad contigo, que te conozca y respete. Que pueda conducir al pueblo en esta etapa tan importante por la que pasa la humanidad, una etapa de transición hacia un mundo cibernético y tecnologizado, que corre el peligro del individualismo y la alienación. De un mundo que se encierra en sí mismo y no ve más allá de lo material. Danos un Gobernante que nos ayude a volver a centrar nuestros ojos en lo espiritual, en lo trascendente, en lo eterno.
Danos, Señor, un Gobernante que te ame por sobre todas las cosas y que sea valiente para pelear tus batallas como lo hizo David. Que tenga tu fuerza y tu Espíritu para guiar al pueblo y establecer la paz. Que tenga un corazón humilde para que confíe sólo en ti. Un Gobernante como David, que ame profundamente a tu pueblo y que, aun en situaciones difíciles, sepa conservar la fe.
Danos, Señor, un Gobernante como Salomón, que tenga sabiduría y juicio para conducir a tu pueblo. Que con su sabiduría lleve a nuestro pueblo a gozar, como en tiempos de Salomón, de bienestar económico y de progreso, de tal suerte que hasta las naciones lejanas se admiren de lo que tú has hecho a través de un Gobernante tan sabio.
Danos, Señor, un Gobernante como Nehemías, que nos ayude a reconstruir nuestro país, hoy devastado por la inseguridad y el egoísmo de muchos de nosotros.
Finalmente, danos un Gobernante como Judas Macabeo, que nos impulse a combatir a los enemigos del pueblo: La injusticia, la pasividad, la corrupción, el abuso. Que nos conduzca en esta guerra contra nuestras pasiones y restablezca la soberanía de tu amor entre nosotros. Que podamos desterrar de nosotros el materialismo que nos destruye para poder volver a ponerte al centro de nuestras vidas.
Señor, hoy más que nunca necesitamos de tu ayuda. Guía por medio de tu Espíritu Santo nuestro corazón y ayúdanos a elegir conforme a tu voluntad. Nos abrimos a tu amor para que seas tú quien elija, a través de nosotros, a la persona que nos guiará y nos ayudará a construir tu Reino aquí en nuestro amado país.
Escucha a tu pueblo, Señor, te lo pedimos, por la intercesión de nuestra Madre Santísima, la Virgen de Guadalupe, quien nos prometió tu asistencia en nuestros momentos más importantes.
Amén.
P. Ernesto María Caro




