Reflexión al Evangelio viernes 18 de febrero 2022/ «Misionando Con Amor» 6ª Semana Tiempo Ordinario

“El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará”

Señor, sé para mí una roca protectora, un baluarte donde me encuentre a salvo, porque tú eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre, guíame y condúceme.  Sal 30, 3-4 

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según  San Marcos (8,34-9,1)

“El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.”

Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con sus santos ángeles”. Y les decía: “Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán antes de haber visto que el Reino de Dios ha llegado con poder”.

Palabra del Señor R. Gloria a ti Señor Jesús.

UNA FRASE DE AMOR

SANTORAL

MEDITACIÓN

Todos los días deberíamos tomar la cruz sobre nuestros hombros, porque cada día tiene sus propias complicaciones y debería ser aceptada con renovada generosidad de entrega al amor del Señor.”

Si hemos sido llamados por Jesús para seguirlo, deberíamos ir por el mismo camino por donde Él recorrió. Y seguramente no será tan simpático caminar con la cruz a cuestas, ya que es el paso necesario para alcanzar la resurrección y la vida. Anunciar la Buena Nueva tuvo y tendrá siempre oposición y se hará con el peso de la cruz. El Reino de Dios tuvo oposición, aunque a pesar de todo se va concretando ya en el presente de distintos modos. Pedro no entendió lo que Jesús estaba planteando, y empieza a regañarlo intentando persuadirlo para que no vaya a Jerusalén, cuando Jesús le habla con autoridad diciéndole para que se ponga detrás de Él, siendo obediente, escuchando su Palabra y llevándola a la práctica, porque el Maestro es Él.

Al parecer presupone la existencia de una cristología satánica, que se presenta a Jesús como sacerdote poderoso, o como aliado del poder político. Y si se siguiera esta cristología, correspondería también una eclesiología satánica, una comunidad de poder sacerdotal o aliada con el poder temporal de turno. El ser humano siempre a lo largo de la historia pretendió alcanzar el poder, y que tal vez eso hizo que sus discípulos no entendieran la función profética de Jesús confundiendo con una posible tarea de liderazgo político.

Para superar ese concepto les habla de la cruz, les habla de ello como resultado de su gestión profética, porque lo mismo han hecho con los profetas anteriores. Entonces, seguir a Jesús, ser su discípulo no es predisponerse para obtener un cargo en el nuevo Israel liberado de la ocupación romana, sino muy incomprensible: anotarse a la procesión de los crucificados por el poder, teniendo a Jesús como hermano mayor de la extraña cofradía. Por eso les dice que perder la vida por él y por el evangelio es ganarla.

Seguir a Jesús tiene algunas condiciones: renunciar a sí mismo, cargar con la cruz. La renuncia a sí mismo sería hacer una ruptura con lo más propio de uno, como la familia, el honor, el oficio o trabajo, etc., cuando dificultan la adhesión al Señor, integrarse a la nueva familia (la familia de Dios, o la comunidad) y la misión de ser pescadores de hombres para el Reino (cf. Mc 1,17). Cargar con la cruz es aventurarse a soportar la persecución y el desprecio que se sufre cuando se opta por el Mesías y no por los parientes o dirigentes, quienes lo tildan de loco y hasta endemoniado (cf. Mc 3,21-22; 13,9.13). Al sentir y vivir el amor de Jesús profundamente en el interior, la persona es capaz de hacer lo que fuere para vivir su discipulado misionero, pero sin ese amor se convertirá el seguimiento en una carga muy pesada hasta, en ocasiones, insoportable. Renunciar a sí mismo tiene mucho sentido de espiritualidad. El negarse a sí mismo es decir no a las exigencias del yo, destruir el yo para que se puede llegar a construir y ver en nosotros a Cristo: Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí (Gál 2,20). Juan Bautista reconoció que él tenía que disminuir para que Cristo crezca en él (cf. Jn 3,30). Destruir nuestro yo sólo para anular la propia personalidad no sería evangélico ni humano, pero dejar el yo para elevarlo a la identificación con Cristo no es destrucción del yo, sino lograr su sublimación en Él. Ya en el Bautismo hemos hecho la renuncia a Satanás, a sus pompas y a sus obras, negándonos a nosotros mismos y a las exigencias del yo. Hacemos de vuelta la renuncia cuando nos consagramos al Señor no sólo de palabras, sino viviéndola al comprometernos con Él para vivir su Evangelio con mayor plenitud. Siguiendo ese camino hará que se pueda alcanzar la vida eterna.

Cargar con su cruz tiene un significado profundo. Los primeros cristianos la habían plasmado en el seguimiento del Maestro que cumplió su misión redentora llevando la cruz hasta el Calvario. El evangelista Lucas a la frase “cargar la cruz” le añade “cada día”, indicando que siempre será necesario en la vida. Todos los días deberíamos tomar la cruz sobre nuestros hombros, porque cada día tiene sus propias complicaciones y debería ser aceptada con renovada generosidad de entrega al amor del Señor. El amor es visible y reconocible en la cruz, se va acrisolando en la cruz, por eso, cargarla todos los días implica renovar a diario el amor, reconocerle al Señor que contamos con Él y Él con nosotros cada día.

También nos habla de no avergonzarnos de Él ante los hombres, haciendo alusión a la Parusía (a la segunda Venida gloriosa de Cristo) y así, ayudarnos para discernir sobre el sentido escatológico que debería tener nuestra vida cristiana; es decir, no buscar acá en la tierra, en este mundo presente ni un sentido, ni una justificación sin proyectarla a la eternidad. Entonces, toda nuestra vida entregada al Señor en los hermanos, nuestra preocupación por darle a conocer a Cristo y que las personas lo amen, nuestro pensar y hablar sólo de Cristo, teniendo nuestro ideal sólo en Él, sufriendo rechazos, persecuciones, sufrimientos por Cristo, todo esto, sepamos que ninguna persona de este mundo lo entenderá si es que no mira proyectándose a lo escatológico, a la vida eterna. Nuestra respuesta agradecida al Señor por siempre. Que sea todo para que se concrete el Reino de justicia, de paz, de verdad, de amor y misericordia con todos…

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