Lecturas del día y Reflexión al Evangelio de Hoy    DOMINGO 15  DE ENERO DE 2023 «Lectio Divina»

“Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”

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SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Toda la tierra se postra ante ti, Señor, y canta en tu honor, en honor de tu nombre. 

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Audios originales tomados de: panversia.com

Primera Lectura

Lectura del libro del profeta Isaías

Is 49, 3.5-6

El Señor me dijo: «Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré».

Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza.

Él dice: «Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra».

P/ Palabra de Dios
R/ Te alabamos Señor
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Salmo Responsorial

Sal 39, 2 y 4ab. 7-8a. 8b-9. 10

R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Yo esperaba con ansia al Señor;
Él se inclinó y escuchó mi grito.
Me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios. R/.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios,
entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.

«-Como está escrito en mi libro-
para hacer tu voluntad.
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas». R/.

He proclamado tu justicia
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes. R/.

Segunda Lectura

Comienzo de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios

1Co 1, 1-3

Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos aquellos que en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro.

Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

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Evangelio

Lectura del santo Evangelio según San Juan

Jn 1, 29-34

“Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.”
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En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: A Él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo.

Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que Él fuera manifestado a Israel».

Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre Él.

Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre Él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo”.

Yo lo he visto y doy testimonio de que Él es el Hijo de Dios».

P/ Palabra del Señor
R/ Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN

Pecado del mundo” es todo el mal que aprisiona a los hombres en este mundo, es el mal que reina en este mundo.”

Juan significa “el Señor hace misericordia”. Será el precursor, el que preparará el camino para que reciban al Mesías, el gran mensajero que anunciará la llegada del Mesías enviado por Dios, según anunciaron los profetas. ¿Cómo Juan prepara los caminos de Dios? Lo hace a través de su mensaje de penitencia, que cambien de vida, aceptando el misterio de Dios que se acerca. Si no hay conversión, se obstaculiza la llegada de Dios a nuestra vida, aunque también sin la llegada de Dios, la conversión no se realizaría plenamente, es decir, Juan no vino para sí mismo, sino para anunciar la preparación de los caminos que conducen a Dios.

Notamos que Juan Bautista presenta a Jesús como el Cordero de Dios, porque la imagen del cordero era muy significativa para los judíos, ya que les recordaba la liberación de Egipto (cf. Pascua, paso del Señor en Éx 12-14) y al chivo que cargaba las culpas de la gente (cf. el gran día de la expiación y el chivo expiatorio en Lv 16). Son tantos elementos simbólicos y referenciales que aparecen, y nos llevan a entender la historia de Salvación, de todo el pueblo de Israel, y cómo Dios sigue obrando en ese contexto simbólico.

El objetivo de las lecturas de estos primeros domingos durante el año es presentar a Jesús. El domingo pasado el Padre nos daba testimonio de la identidad divina de Jesús: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección” (Mt 3,17); y en este domingo, Juan el Bautista confiesa a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; y como Hijo Único y preexistente de Dios. Se nos presente la identidad y misión de Jesús. Además, nunca en esta vida llegaremos a conocer plenamente al Señor, sería incorrecto e infecundo pensar que uno ya sabe todo acerca de Él.

Delante del Evangelio siempre somos niños, discípulos, con necesidad de aprender, o bien, si creemos saber todo, caemos en la soberbia espiritual. Recordamos que el Evangelio no cambia, sino que nosotros lo vamos comprendiendo mejor, lo hacemos actual, vivo y operante en cada momento histórico (cf. Juan XXIII sobre el acontecimiento del Concilio Vaticano II). El Papa Francisco nos dice que la herejía verdadera no es predicar otro Evangelio, sino en dejar de traducirlo a los lenguajes y modos actuales, es mantener vivo el mensaje de Cristo.

Para conocer mejor la Palabra de Dios es necesario comunión, intimidad y experiencia de Dios. Tenemos presente que Jesús es inocente, es el Hijo de Dios y no hay pecado en Él, pero asume el pecado del mundo para quitarlo. “Pecado del mundo” es todo el mal que aprisiona a los hombres en este mundo, es el mal que reina en este mundo. “Jesús cargó sobre sí con todo el orgullo humano, con toda la rebelión contra Dios, con toda la lujuria, con toda la hipocresía, con toda la injusticia, con toda la violencia, con toda la mentira, con todo el odio…” (Raniero Cantalamessa).

La imagen del Cordero nos ayuda a unir la Encarnación con la Pasión, como lo hacían los Padre de la Iglesia cuando decían que “Cristo nació para morir”. Jesús vino para perdonar, para darnos la paz. Quita el pecado con la raíz y todo, haciéndolo con su amor y su mansedumbre. Juan Bautista ve a Jesús que viene y reconoce en Él al Cordero de Dios, al Preexistente, lleno del Espíritu Santo, al Hijo de Dios. Vio, creyó y testimonió. Nosotros también vemos, creemos y testimoniamos. Importante sorprendernos porque Dios nos elige, está de nuestro lado, se solidariza con nosotros los pecadores, salva al mundo del mal haciéndose cargo de él totalmente. Juan es un ejemplo para nosotros que no dice que ya lo conoce todo a Él. Es dejarse enseñar por el Espíritu Santo. Jesús es el Hijo de dios hecho cordero, inmolado por amor. Sólo él ha cargado, sólo Él ha sufrido, sólo él ha expiado el pecado de cada uno de nosotros, cargando sobre sí el pecado del mundo, así, somos libres, ya no esclavos del mal. Somos hijos de Dios, no más esclavos. La Iglesia tiene la misión de indicar a Jesús a la gente: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, es el único Salvador, Él es el Señor, humilde, en medio de los pecadores.

Jesús es quien nos alcanza la liberación plena del pecado y la muerte al entregar su vida por el perdón de los pecados el mismo día y la hora en que se sacrificaba a los corderos en el templo de Jerusalén. Por ello que nosotros los cristianos designamos a Jesús con la imagen del “Cordero de Dios” afirmando su triunfo definitivo en la imagen del Cordero en el Apocalipsis, pues es Él el Señor de la historia (cf. Ap 5). Es más, en varias ocasiones mencionamos al Cordero en la celebración Eucarística: por ejemplo, alabamos a Cristo mencionando la imagen del Cordero en el himno del Gloria; lo invocamos con las mismas palabras para que nos dé su misericordia y su paz en el rito de la comunión, y es Jesús, el Cordero de Dios, quien nos invita a la Cena del Señor. En definitiva, tiene un significado profundo en toda la historia de la salvación y lo vivimos celebrando en la Misa.

La conversión para el perdón de los pecados está íntimamente unida al bautismo de Juan que lleva a la conversión y bautismo de Cristo que es bautismo de fuego y Espíritu Santo, que nos hace que renazcamos según Dios y que nos reúne en el Pueblo de Dios. Esto de conversión, arrepentimiento, confesión de los pecados, nuestra gente sencilla lo entiende muy bien. El problema siempre será autosuficiencia e hipocresía de los escribas y fariseos. Todos necesitamos convertirnos todos los días, dejando lo cómodo y engañoso que nos ofrecen los ídolos de este mundo. Recordemos que, en el atardecer de nuestros días, nos examinarán en el amor (cf. San Juan de la Cruz).

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